Bruselas, 15 sep (EFE).- Tras muchas décadas de travesía por el desierto y algunas temporadas de meteórica resurrección, el histórico campeón belga que descendió a los infiernos antes de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Saint-Gilloise, celebrará su renacimiento disputando por primera vez la fase final de la Liga de Campeones.

El equipo amarillo y azul de la capital belga, con Sébastien Pocognoli en el banquillo y Alex Muzio en la presidencia, se reencontró con su glorioso pasado la pasada temporada, al volver proclamarse campeón del campeonato belga por undécima vez en su historia -primera desde 1935- y ahora le toca disfrutar de las mieles de la máxima competición continental.

En las últimas temporadas, el club había llegado a disputar las rondas previas de clasificación veraniegas, pero sin conseguir avanzar hasta la selección definitiva de clubes.

Hasta que en esta ocasión, y en calidad de campeón belga, el equipo figura de pleno derecho entre los 36 clubes que arrancan la temporada para jugar el renovado formato de Liga de Campeones.

Lo hará enfrentándose contra el PSV Eindhoven (su primer rival este martes), el Newcastle, el Inter, el Atlético de Madrid, el Galatasaray, el Olympique de Marsella, el Bayern de Múnich y el Atalanta en su pugna por acceder a los octavos de final.

Y como suele ocurrir cada verano en un club especializado en comprar barato, revalorizar jugadores y venderlos caros, lo hará con balance positivo de 54 millones de euros tras el mercado veraniego, después de desprenderse de algunos de sus futbolistas de referencia en la pasada campaña.

La Unión ha vendido al delantero centro croata Franjo Ivanovic al Benfica por unos 22,8 millones de euros, al centrocampista congolés Noah Sadiki al Sunderland por unos 17 millones y al extremo argelino Mohamed Amoura al Wolfsburgo por unos 14,75 millones.

A cambio, además de recuperar a algunos futbolistas cedidos, la Unión Saint-Gilloise se ha hecho con los servicios del delantero austríaco Raul Florucz, hasta ahora jugador del Olimpia de Liubliana, del centrocampista argelino Adem Zorgane, llegado del Sporting Charleroi, y del portero neerlandés Kjell Scherpen, antes en el Brighton.

El origen de ese último fichaje es significativo pues proviene de un club muy cercano a la Unión Saint Gilloise, equipo fundado en 1897 que fue adquirido en 2018 por el empresario británico y jugador de póker Tony Bloom, propietario también del Brighton & Hove Albion inglés.

No existe conflicto de intereses, pues el club belga modificó su estructura en 2023, de forma que el presidente del club, el también británico Alex Muzio, se convirtió en el principal accionista para adaptarla a la normativa de la UEFA.

También el entrenador del primer equipo unionista se desempeñó como defensa en el Brighton antes de hacerse con las riendas del equipo belga.Pocognoli intentará conquistar el cielo europeo con efectivos como el atacante ecuatoriano Kevin Rodríguez, el delantero canadiense Promise David, el carrilero marroquí Sofiane Boufal, el lateral noruego Mathias Rasmussen, el central inglés y capitán Christian Burgess o el zaguero argentino Kevin Mac Allister. Estadio prestado

La Unión Saint-Gilloise cuenta con uno de los estadios más entrañables del continente, pero no podrá utilizarlo en la Liga de Campeones ya que el mítico Joseph Marien, construido en 1919 y renovado en su forma actual en 1926 por el arquitecto art decó Albert Callewaert, no se adecua a las exigencias de la UEFA para las competiciones europeas.

Por ello, el campeón belga ha tenido que llegar a un acuerdo con el Anderlecht para que su rival en Bruselas les preste el Lotto Park (21.500 asientos) para los partidos de Liga de Campeones, mientras el club pelea por sacar del laberinto administrativo su proyecto de construir un nuevo estadio con capacidad para 16.000 espectadores.